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Titulo: Serious Business
Estado: Próximamente
Clasificación:+18 años
Genero: Drama, Angustia, Relaciones Intepersonales, Romance, Lemon, soft BDSM...
Argumento:
Arashi Masamitsu y Fujiwara Araiso, dos adultos profesionales con carreras exitosas y una vida familiar completa. Dos amigos de toda la vida que luego de esforzarse arduamente, han conseguido alcanzar la estabilidad y la paz que llega con el trabajo duro y los años. Sin embargo, entre ellos hay un pequeño secreto, una relación que va más allá de la simple amistad, y una palabra que ni ellos mismos se atreverían a pronunciar en voz alta por miedo al ridículo y a la tragedia. Pero los secretos afectan a todos los que nos rodean, incluso a aquellos que pensamos no se darán cuenta. Y pasado el suficiente tiempo, el peso de un pequeño secreto puede llegar a ser enorme. Capítulo 1
Can’t Keep My Mind Off of You
–Un poco a la derecha... Sí, un poco más. Justo ahí –el médico retiró sus manos del pecho del hombre, dejando las pinzas en la bandeja a su lado con gesto de haber hecho aquello miles de veces antes –. Listo, vamos a cerrarlo –miró el reloj, tomando nota de la hora en su cabeza. Era tarde, seguramente ya habría salido del trabajo.
–¿Fujiwara doctor? Si tiene que ir a algún lado yo puedo...
El rubio interrumpió a aquel interno, su mirada tornándose agresiva como si le acabase de ofender.
–Por supuesto que no, yo no abandono a mis pacientes sólo porque tenga algún compromiso. Y espero que usted tampoco lo haga en un futuro. Ahora, páseme la aguja por favor y observe.
.....
Araiso Fujiwara se paseó por su oficina una vez más, mirando hacia fuera y luego al reloj. Acababa de hablar con los familiares de aquel hombre. Estaban terriblemente nerviosos a pesar de que todo había salido bien, como era de esperar. Era un procedimiento de rutina sin más peligro que el habitual de cualquier operación. Pero ellos no comprendían eso. Nunca lo comprendían.
A pesar de eso, no era tan frío, si hubiese sido su hijo, seguramente hubiese estado asustado. Precisamente por eso se sentía tan culpable, porque los comprendía. Y porque no había dejado de pensar en él durante toda la operación e incluso mientras les hablaba. Claro que, sabía hacer su trabajo a la perfección. Sabía cuando necesitaba concentrarse. Pero aún así... lo estaba volviendo loco. Y lo peor era que sabía cual sería su reacción. Siempre era igual.
Necesitaba verlo, había pasado demasiado tiempo sin ni siquiera una llamada. ¿Quién se creía? Se miró al espejo, vacilando un poco antes de decidirse. Tomó su chaqueta poniéndosela antes de salir, llevando su muda de ropa en una mochila. Después de todo la había traído consigo. Lo había estado pensando desde por la mañana.
–Cuidado… –Usui, que por poco chocaba contra él, le sujetó un brazo, deteniéndolo en plena marcha –Justo iba a entrar en tu oficina a darte esto… –le extendió una carpeta con los informes de un paciente que necesitaba operarse –. ¿Ya te vas?
–Gracias... –le contestó, un poco perplejo por la sorpresa, pero recuperándose rápidamente –Sí, ya me iba. Debía haberme ido hace media hora.
–Tanta prisa… –lo miró y se fijó en la bolsa –¿Para ir al gimnasio? Sé que te dije que debías hacer deporte, pero con esa urgencia… ¿Es que comienza a notarse la edad?
–Por supuesto que no es eso... Me relaja. Estoy un poco cansado, es todo –le aseguró, frunciendo ligeramente el ceño de tal manera que sólo un observador detallista lo hubiese notado.
–Bromeaba… –se rozó la mandíbula y sonrió ligeramente –¿Entonces por qué no juegas al fútbol con nosotros? Aunque no contábamos contigo, podemos hacerte un sitio…
–No, no, sólo iba a usar las máquinas un poco. No suelo hacer ese tipo de deportes –se excusó, poniéndose un poco tenso. Si se ponía a jugar al fútbol ahora, para cuando terminasen Masamitsu ya se habría ido a su casa.
–Está bien, ya me lo contarás… –le dijo como si fuera una amenaza, aunque en realidad sólo trataba de provocarle la necesidad de hacerlo. No sabía qué demonios le pasaba, pero sabía que tenía que ver con la bragueta.
–No hay nada que contar. Sólo voy al gimnasio... Podemos jugar al fútbol otro día –sonrió por no verse demasiado serio. Seguro que Masamitsu se enfadaba, siempre se enfadaba.
–Está bien, doctor… que disfrute del ejercicio –le dijo, caminando unos pasos para alejarse.
–Sí, gracias. Tú también... –le contestó, observándolo, preguntándose si habría querido decir algo más. Nunca estaba seguro con ese hombre.
Capitulo 2
In Silence
El moreno colgó el teléfono lentamente, aunque en realidad le hubiera gustado aporrear el aparato contra la mesa antes de hacerlo. Se echó hacia atrás en el sofá de cuero, y cogió una cajetilla de cigarros del primer cajón de la mesa. La volteó pensativo. Trataba de dejarlo, de hecho siempre había fumado en secreto, pese a que no tenía de qué esconderse. Era mayorcito para hacer lo que le viniera en gana. Simplemente no le apetecía mantener esa conversación con su mujer. En realidad, no le apetecía mantener casi ninguna de las conversaciones disponibles con ella.
Tal vez por eso aún no se había levantado de aquel sillón, a pesar de que ya eran las nueve y había acabado con lo que tenía que hacer por hoy.
Se peinó hacia atrás el cabello con ambas manos, y finalmente tomó un cigarro, se lo llevó a los labios y lo encendió. El mechero provocó un sonido metálico al dejarlo sobre la mesa de nuevo.
El humo salió de entre sus labios, calmándolo. Era uno de los pocos placeres que tenía, no veía por qué dejarlo. De algo iba a morir de todos modos.
Observó el teléfono de soslayo, y lo levantó, marcando el número de casa y esperando.
–No me esperes para cenar, voy a ir al gimnasio… –escuchó a su mujer quejándose de que podría haber avisado antes de que hubiera pedido la cena. Frunció el ceño, tocándose la frente y aguantándose el gritarle que se callara de una vez. Le volvía la cabeza loca con sus quejas. Sabía que no era culpa de ella, así que soportó la descarga y cuando al fin se hubo callado, tan sólo dijo –No me esperes despierta –y colgó el aparato.
Desde que los chicos no vivían en casa, nunca le apetecía regresar del trabajo. Aquello parecía muerto y no le motivaba en absoluto.
Se levantó al fin y apagó el cigarro. Tras ponerse el abrigo salió del edificio de oficinas para tomar su coche.
Una vez adentro dejó el abrigo atrás y dobló la corbata metódicamente, puso la chaqueta del traje sobre la misma, y se aseguró de que la ropa de deportes estaba en la bolsa sobre el asiento del copiloto.
Se miró un momento en el reflejo del retrovisor, y sacó el coche de su plaza, dirigiéndose al gimnasio sin poder evitar pensar en Araiso.
Hacía tiempo que no lo veía, claro que él mismo lo evadía. Observó su teléfono móvil en el salpicadero y desechó la idea de llamarlo de inmediato. No tenía ni idea de qué clase de estupideces se le pasaban por la cabeza a veces.
.....
Se colgó la bolsa de deportes al hombro al salir del coche y bajó las escaleras que conducían al gimnasio situado en la planta baja de un edificio en el centro. Pasó a los cambiadores y entonces lo vio allí.
–Araiso… –lo saludó, ya que irse habría sido inapropiado. Empezó a quitarse la camisa para cambiarse. Lo alteraba su presencia. No estaba seguro de si le alteraba más porque había estado pensando en él, o porque sabía que él no iba al gimnasio durante la semana.
–Masamitsu... –el rubio lo miró con cara de estar dolido, sin poder ocultarlo, aunque frunciendo el ceño después –No sé por qué, pensé que vendrías esta noche. Me sentía inquieto.
–No lo digas como si no hubieras venido por ese solo motivo –se puso la camiseta mientras se quitaba los pantalones del traje.
–Ha pasado mucho tiempo. Por lo menos esperaba una llamada de mi mejor amigo –le contestó, frunciendo el ceño y sentándose para atarse los deportivos –. ¿Tan ocupado has estado?
–No hagas una escena… –le advirtió.
–¿Por qué crees que haré una escena? Somos hombres adultos, los dos –apretó los cordones de sus deportivos con fuerza, súbitamente deseando golpearle.
–Claro… es sólo que a veces a ti se te olvida –el moreno se sacó el reloj de la muñeca, y lo guardó en la bolsa antes de lanzarla al interior de la taquilla. Torció un poco la cabeza, estallándose el cuello, y sin percatarse, esperando en la puerta del vestuario a que terminase de cambiarse.
El rubio llegó a su lado, mirándolo de soslayo, sentía la sangre hirviéndole.
–Sígueme tratando así y te besaré aquí mismo – le amenazó, sólo por furia. Por supuesto que no iba a hacer algo como aquello. Pero a veces le parecía que el moreno olvidaba que eran amigos, no tenía por qué ser tan agresivo por más que tuviese temor.
–No lo harías –sentenció serio. En realidad estaba seguro de que le habría golpeado si hiciera eso. Se dedicó a hacer calentamientos, aún tenso. Acto seguido se sentó en una máquina de musculación –. No sé qué es lo que quieres…
–¿Aún somos amigos, Masa? –le preguntó, halándose de un brazo para estirarse –Por lo menos eso.
–Sabes… que sí –cerró los hierros por delante de su cara y siguió haciendo ejercicio. Era difícil aquella situación, por un lado saber que no debía estar con él, y por el otro el miedo a perderlo. Mucho había aguantado ya. Pero él también aguantaba, y ya hacía tiempo que parecía ser el único maduro ante aquella situación inverosímil –¿Ya has cenado?
–Aún no, comí algo antes de venir. No es bueno hacer ejercicio con el estómago vacío –le recordó, sentándose en la máquina a su lado, y empezando a mover los brazos, cuidadosa, pero pensativamente –¿Has cenado?
–No tenía hambre… –murmuró, resoplando por el esfuerzo y deteniéndose un momento –Comeré algo cuando llegue a casa le dijo, cambiando de idea respecto a lo anterior en cuestión de segundos.
–No es saludable –le contestó sin mirarlo, ya que comprendía lo que acababa de suceder. No era necesario que se comportase así. ¿Qué tenía de extraño que dos amigos salieran a cenar juntos luego de encontrarse en el gimnasio?
–No soy saludable –le contestó. Preguntándose lo que diría de saber que fumaba. Alzó una ceja, levantándose y poniéndose unos guantes antes de coger unas pesas y alzarlas delante del espejo. Observó el reflejo del rubio, y cómo los músculos se marcaban en sus brazos al hacer fuerza. Desvió la mirada a sus propios brazos, concentrándose en lo que hacía –. ¿Estás haciendo poco ejercicio? Has perdido forma.
–¿Cómo? –se quedó paralizado por un momento, frunciendo el ceño luego y retomando el ejercicio con más ahínco –No... Hago lo mismo de siempre, los fines de semana –se miró al espejo, disimulando. ¿De verdad se veía tan mal?
–Sí, supongo que me he fijado mal… –se sentó en una banca frente a él, y apoyó su propio codo en la pierna para trabajar mejor el bíceps. Lo cierto es que se veía tan bien como siempre, nunca perdía ese aire juvenil. Era un hombre muy atractivo, podía desnudarlo con la mirada, conocía muy bien ese cuerpo. Apartó la vista y echó una ojeada al gimnasio, a pesar de que a esas horas no había nadie allí. La mayoría estaban en sus sesiones –. ¿Qué tal tu hijo? –le preguntó por evadir el incómodo silencio, o la posibilidad a regresar a una conversación desagradable.
–Está bien, bueno... Me llamó hace dos días. Dice que está resfriado y se está volviendo loco. Ya te imaginas, el médico le dijo que no podía nadar por unos días... –sonrió de manera tierna sin poder evitarlo, poniéndose serio enseguida y cambiándose a la máquina de al lado.
Masamitsu lo siguió un momento con la mirada, frunciendo el ceño después, y siguiendo con las pesas, usando ahora el otro brazo.
–Es una lástima que no haya querido estudiar medicina.
–Eso pensé en un principio, pero quiero que haga lo que le guste... Siempre y cuando esté bien preparado –suspiró, bajando los brazos y volviéndolos a subir cuidadosamente –. ¿Qué tal los tuyos?
–Como siempre… uno responsable, y el otro rebelde –suspiró con fuerza, pensando en el chico que estaba con su pequeño. Frunció el ceño apretando la barra de la pesa.
–Pero son buenos chicos, aún así... –sonrió el rubio sin mirarlo, pensando en que le gustaría volver a tener aquella libertad. Los jóvenes no apreciaban la juventud. Frunció el ceño intentando sacarse aquello de la mente. Todos esos comentarios le estaban afectando.
–Sí –dejó las pesas y se levantó para hacer unos estiramientos con los brazos antes de acostarse en la colchoneta para hacer flexiones –. Nosotros también hicimos nuestros intentos de rebeldía… – le dijo, hablando con algo de esfuerzo.
–¿Intentos? Yo diría que fueron bastante claros, ¿no? –lo observó, dejando de hacer ejercicios por un momento. ¿Estaba siendo un necio? Tal vez debería dejarlo ir.
–No me estaba refiriendo a eso… –respiró con fuerza y siguió haciendo flexiones. Siempre estaba pensando en ellos como pareja. Parecía no entender que no tenía sentido ninguno.
–No, por supuesto que no –suspiró el rubio, continuando. Ni siquiera estaba prestando atención a lo que hacía. Lo peor de todo es que lo estaba volviendo loco con tantas flexiones, no podía evitar notar su cuerpo, sus músculos... –. ¿A qué te referías entonces?
–A muchas cosas –se detuvo ya que así no podía hablar, y se sentó con la espalda contra el espejo –. La primera vez que faltamos a clase, o las ocasiones en las que nos escapamos durante la noche… –se pasó una mano por la frente, secándose el sudor y pensando en los motivos de haber hecho esas cosas. Araiso tenía razón.
El rubio sonrió, recordando, deseando una vez más poder hacer regresar el tiempo.
–Fueron tiempos muy divertidos. ¿Alguna vez piensas en si te hubiera gustado tomar otro camino? Hacer algo diferente...
–Prefiero no pensar en cosas inútiles… bastante tengo con pensar en mis preocupaciones como para ponerme a divagar… –se recostó de nuevo en el suelo para hacer abdominales. Por supuesto que pensaba a veces en ello. Echaba de menos aquella libertad que se siente cuando son pocas las responsabilidades que cargas.
Araiso suspiró, levantándose de la máquina y agachándose frente a él, sujetando sus piernas como cuando tomaban clases de educación física.
–Los recuerdos no son cosas inútiles. Son parte de tu vida. Sin eso, ¿qué te queda?
El moreno lo observó un poco nervioso. No le parecía muy adecuado, pero trató de continuar sin decir nada al respecto.
–Tal vez sea mejor olvidar algunas cosas, o es imposible seguir adelante –le incomodaba levantarse en cada ejercicio, y tenerlo así de cerca –. Mi mujer me dijo que te veía a menudo con un hombre joven. Deberías ser más discreto…
–¿Discreto? ¿En qué? ¿En hablar con mis colegas? ¿En pedir la orden en algún restaurante? –frunció el ceño sin comprenderlo. ¿Ahora le iba a reñir por cosas que ni siquiera tenían que ver con él? –No sucede lo que estás pensando.
–Yo sólo estoy pensando en algo… y es en la circulación de la sangre en mis tobillos como sigas apretándome de ese modo –se sentó y lo miró a los ojos, frunciendo el ceño ligeramente y sujetándole una mano para que aflojase –. No hace falta que te alteres.
–No estoy alterado. No es como que te importe lo que hago o dejo de hacer, ¿o me equivoco? –se soltó de su mano, enrojeciendo –No me gusta que me acusen de cosas que no he hecho.
–Y a mí no me gusta que te apartes como si tuviera algo contagioso. Suficiente… ya estás haciendo una escena… –se levantó, cogiendo su toalla y regresando a los cambiadores. ¿Cómo se podía ser tan irritante?
Araiso permaneció allí arrodillado, sus manos temblando. Al cabo de un minuto, se puso de pie, siguiéndolo hasta los cambiadores y deteniéndose frente a él, mirándolo a los ojos.
Masamitsu lo miró también fijamente.
–No hagas una estupidez de la que vayas a arrepentirte… –le advirtió frunciendo el ceño.
–No, no tienes que temer –le contestó, quitándose de enfrente y empezando a cambiarse. No tenía ganas, lo cierto es que hubiese preferido irse así mismo, pero no estaba bien –. No voy a seguir molestándote.
El moreno lo miró de soslayo. Eso no se lo había esperado, creía que iba a golpearle. De pronto sintió miedo de perderlo, pero era demasiado orgulloso para disculparse.
–No saques las cosas de quicio…
Araiso sonrió con algo de tristeza.
–Entonces supongo que me llamarás esta semana, como llevas haciéndolo todo este tiempo. Somos amigos, ¿no? –contestó de manera sarcástica, aunque sin mucho espíritu.
El moreno apretó las mandíbulas ligeramente.
–Somos amigos… vamos a tomar algo –le ofreció para tranquilizarlo.
–¿No te preocupa que nos vean? –le preguntó, mirándolo de reojo y pensando que siempre estaban igual.
–Le dije a mi mujer que no me esperase despierta… –le dijo mientras se cambiaba.
–No me refería a eso –terminó de vestirse, acomodándose el cabello con cuidado, pensando por un momento en que su hijo siempre tenía algo más que acomodarle sin importar cuanto tiempo hubiese pasado peinándose. Él no tenía a nadie a quien avisar.
–Pues no sé a qué te referías… ¿Quieres que vaya a tu casa o no? –le preguntó, molesto por su falta de comprensión. Preguntándose si lo que quería era que se lo pidiera.
–No, sí, por supuesto. Disculpa, estaba distraído –le sonrió, recogiendo sus cosas y esperándolo. Por supuesto, nadie los vería en su casa.
Masamitsu negó con la cabeza al verlo sonreír. ¿No podía disimular un poco? Carraspeó aguantándose las ganas de imitar su gesto.
–Ve delante, ya iré yo después.
– No tardes... –le pidió, alejándose un poco nervioso. Seguía sin comprender qué tenía de extraño que dos amigos de toda la vida, salieran juntos del gimnasio.
.....
El moreno se bajó del coche unas calles más allá y cogió un cigarro del bolsillo de la chaqueta, aprovechando el camino para apurárselo. De nuevo aquella sensación de no estar haciendo lo correcto. Sin embargo, no podía permitirse sacarlo de sus casillas, y estaba claro que hoy no estaba dispuesto a soportar un no por respuesta.
Dejó caer la ceniza observando el pavimento, le hubiera gustado tener el valor de haberlo dejado ir. Llamó al timbre y dejó caer el cigarro afuera.
Araiso se miró al espejo una vez más, enrojeciendo luego por estarse comportando como un chiquillo. Exhaló, calmando sus nervios y dirigiéndose a abrir la puerta. No debió haber accedido tan fácilmente, pero nunca podía negarse a Masamitsu.
–Pasa... te estaba esperando –le sonrió, más nervioso aún.
El moreno entró, suspirando pesadamente y quitándose el abrigo para dejarlo en el perchero.
–Hacía tiempo que no venía.
–Demasiado. Yo... pensé que cuando mi hijo se fuera tendríamos más tiempo –cerró la puerta tras de sí, preguntándose qué hacer. No quería enfadarlo y que se fuera nuevamente. Pero lo había extrañado mucho.
–¿Me pones una copa?... –le preguntó, observándolo y notando que estaba nervioso. Él también estaba incómodo. Se sentó en un sillón, rozando el reposa brazos con los dedos, y cogiendo una fotografía de ambos cuando estaban en el instituto.
–Claro –asintió yendo a donde tenía los licores y sirviéndole una de lo que solía beber el moreno. –. Nos veíamos muy distintos, ¿no lo crees?
–Tú no… –dejó la foto donde estaba y lo observó pensativo –. Tu hijo se parece mucho a ti… siempre lo pienso cuando lo veo.
–Sí, supongo... espero que no haya heredado mi mal juicio también –sonrió, sentándose en el sofá y observándolo –, pero me hacían recordar, nuestros chicos, cuando los veía juntos.
–Prefiero no pensar en eso… Ya creo que mis hijos son unos desviados por mi culpa –respiró con fuerza y cogió el vaso de la mesita, bebiendo un trago e intentando relajarse.
–No son unos desviados, y me refería a nuestra amistad. Masa, a veces eres... –exhaló, decidiendo dejarlo allí, y bebiendo de la copa que se había servido.
–¿Qué? ¿Te desespero? –le preguntó mirándolo a los ojos –Siempre lo he hecho, creí que echabas de menos los viejos tiempos…
–Y eres un paranoico, aunque siempre eras tú quien me convencía de hacer las cosas... –protestó, enrojeciendo y escudándose tras su copa.
–Porque tú me provocabas… –le acusó de vuelta.
– Yo nunca te provoqué a faltar a clases, eso lo decidiste tú solo. Tampoco te provoqué a fumar –le contestó, mirándolo, sintiéndose relajado ahora.
–No… ¿Cómo le llamas tú a “Masa no existe ningún modo de ir a tal sitio sin que se entere nadie ¿verdad? O... Masa, ¿a qué crees que saben los cigarros?” Eso es provocar… Sabes que no puedo resistirme a ello.
–No, sólo era curiosidad... –hizo un gesto con los labios como protestando, echándose a reír luego. Por supuesto, enrojeciendo casi al instante –. No quiero perderte.
–No iré a ningún lado –le aseguró, observando sus gestos y apoyando las manos en los reposabrazos. Le parecía un crío cuando se reía así, era agradable –, aunque en una semana tengo que hacer un viaje.
–Me gustaría ir contigo. Sería agradable, desaparecer por un tiempo –sonrió, a sabiendas de que sólo fantaseaba, y le sujetó una mano con delicadeza –. ¿Por cuánto tiempo estarás fuera?
–No sé cuanto tiempo me tomará –observó su mano y se dejó hacer. No era la primera vez que le proponía una escapada. Siempre tenía una buena excusa, era demasiado descarado hacer algo así. Nunca sabía si realmente hablaba en serio o bromeaba –, pero estoy seguro de que no te resultaría divertido… –le dijo por si acaso.
–No, nunca me gustaron esas cosas de negocios. Sólo las soporto cuando es necesario –contestó, aliviado de que no fuesen tan frecuentes en su profesión. Se inclinó un poco más hacia él, observando aquellos labios.
–Ven… –le sujetó la mano, y tiró un poco de él a la vez que se recostaba más contra el respaldo del sofá.
El rubio se acercó, subiendo una rodilla sobre el sillón y, observándolo. Se preguntaba si realmente aquello era posible. Si realmente él era el único enamorado.
Las caricias del moreno en su rostro eran rudas. Le revolvía el cabello en la nuca con las puntas de los dedos y le apretaba el cuello ligeramente mientras lo besaba.
Masa estaba seguro de que se habría sentido infiel con cualquier otra persona. Pero no con él. Apoyó la otra mano en sus nalgas, y las apretó con fuerza, pegándole una palmada en ellas. Él desataba el deseo en todo su cuerpo.
–Masa... –jadeó el rubio contra su oreja, lamiéndola y bajando por su cuello luego, a la vez que iba abriendo su camisa. Se sentía descontrolado, seguramente por el tiempo que había pasado.
–No hagas eso, estoy sudado… –le riñó a pesar de que su rostro no se veía tan convencido como sus palabras daban a entender. Le abrió el pantalón y tiró de la cintura del mismo para pegarlo contra sí. Sujetando sus nalgas de nuevo, arrastrando su ropa con los dedos y haciéndolo rozarse contra su sexo.
–Ah... Entonces... tomamos una ducha juntos. Nadie nos ve –sugirió, enrojeciendo y sujetando su rostro para besarlo. No solía ser tan atrevido, seguramente estaba mal. Pero no podía contenerse.
–No me importa tu sudor… –lo miró a los ojos mientras abría su camisa. Quitándosela y apretándole los brazos. Se inclinó hacia delante y arañó sus pectorales con los dientes. Respiraba pesadamente y su mano comenzaba a buscar por dentro del pantalón, el sexo del otro hombre.
–Pues a mí... no me importa el tuyo –Araiso dejó escapar un gemido al sentir su mano sobre el sexo, y ocultó el rostro en el cuello del moreno, besándolo y succionando. No, al contrario, le encantaba su olor, todo en él.
–No me marques… –le advirtió, respirando con fuerza y estrujando sus nalgas con la otra mano. Deslizó los dedos entre ellas, tocando la entrada caliente en su cuerpo y apretando dos de ellos contra la misma, consiguiendo deslizarlos dentro de él. Seguía estando tan duro, tan terso como siempre. De sus labios escapó un ligero gruñido de excitación, al notar como sus nalgas lo apretaban y empujó la mesita con un pie.
–Nunca... te marco... –protestó aunque débilmente, la excitación era demasiada. Se aferró a su cuello con desesperación, volviendo a besarlo, moviéndose contra aquellos dedos mientras su pelvis se rozaba contra el sexo del moreno.
Masamitsu lo sujetó contra él y lo tumbó en el suelo. Nunca habría tumbado en el suelo a su mujer, ni siquiera podía imaginarla allí tirada. Pero Araiso se le hacía apetecible en aquel mismo momento, como y donde fuera. Le quitó los pantalones y la ropa interior de una vez. Sujetando su propio sexo y tocándose mientras lo observaba.
–Por Dios, Masa... –se tocó él mismo como reflejo, gimiendo, cada vez más caliente. Lo deseaba dentro de su cuerpo, no le importaba si aquello estaba mal, o si era un enfermo. Sólo sabía que lo deseaba y lo amaba, que lo volvía loco.
El moreno le apartó la mano como si sólo él pudiera tocarlo. Sujetó sus muñecas contra el suelo a los lados de su cuerpo y se inclinó sobre él para lamer su sexo. Despertaba todos sus sentidos, olía a fresco y su piel ardía. Estaba duro como un hierro.
Araiso entrecerró los ojos, sintiendo que enrojecía por cómo lo trataba. No le molestaba que lo sujetase con sus fuertes manos, su lengua le estaba quemando. Movió las nalgas, dejándose llevar por aquellas sensaciones, gimiendo aún más.
–Masaaaaa...
Masamitsu subió por su cuerpo, lamiendo su abdomen y mordiendo suavemente los músculos marcados en él. Recordaba muy bien la primera vez que habían comenzado a jugar de aquella forma desviada. Ya no habían podido detenerse, nunca más. Empujó abruptamente su sexo en el cuerpo del rubio y se apoyó a un lado de su cara con el codo, besándolo profundamente y mirando sus ojos de forma agresiva. No sabía por qué, pero tampoco era el momento de pensar.
Araiso bajó la mirada, cohibido aún en esos momentos, sujetándolo de pronto para besarlo de nuevo, perdiéndose en él. Alzó un poco una pierna, permitiendo que entrase más profundamente. No quería que se separase nunca de él.
La lengua del moreno se hundía en su boca, succionando la suya y arrastrando los dientes por ella. Araiso lo ponía tan caliente que no podía acallar gruñidos que surgían al contenerse. Le besó el cuello, lamiendo la piel de su pecho y sujetándole ambas piernas para darse más espacio. Lo embestía con todas sus fuerzas, sin ninguna lógica o control. El cabello húmedo le golpeaba el rostro.
La mano del rubio bajó por su cuello y su espalda sudada, apretándolo contra sí, temblando por la pasión, sus deseos contenidos por tanto tiempo. El orgasmo llegó incluso antes de lo esperado, haciendo que el hombre gimiese en voz alta a pesar de que intentaba controlarse, su cuerpo entero ardiendo, su sexo derramando el líquido blanquecino contra el abdomen de Masamitsu.
–Te... a... hmpf... –gimió, cortado por un nuevo beso.
El moreno frunció el ceño sin dejar de besarlo, golpeándose contra él y sintiendo su semen contra el abdomen, resbalando entre sus piernas y haciendo la penetración aún más placentera.
–Ogh… –apretó las mandíbulas, notando como se corría abundantemente dentro del rubio y le mordió la mandíbula. Cerró los ojos y soltó sus piernas al tiempo que se recostaba cansado sobre él.
–Masa... –sonrió el otro hombre, acariciando su cabello como cuando eran adolescentes. ¿De verdad estaba tan mal aquello? No quería ni pensarlo. No quería pensar en nada negativo cuando estaba con él –Quédate un rato.
–No deberíamos estar en el suelo… –murmuró, demasiado agotado y satisfecho como para hacer señales de moverse de allí. Tenía que ducharse antes de regresar a casa.
–No, pero es tu culpa de nuevo –sonrió un poco sin alzar la mirada –. No me siento muy responsable ahora...
–Tú me provocaste. Además, lo deseabas –se giró un poco, recostándose a su lado en la alfombra de bambú, y pasándose la mano por la cara.
–No seas necio. Tú también lo deseabas – continuó sonriendo, mirándolo por fin con aquel rubor en sus mejillas.
El moreno no dijo nada y se apoyó una mano en el pecho.
–Somos un desastre. Siempre sucede lo mismo.
–No puedo evitarlo, Masa –Araiso se sentó, respirando un poco más calmado ahora, desviando la mirada –Sabes lo que siento.
–Tengo que ducharme… –el moreno se levantó, cogiendo su ropa del sillón.
Araiso frunció el ceño, comprendiendo perfectamente. Era un idiota, siempre deseando verlo, deseando que alguna vez le contestase que él también sentía lo mismo. Dejando que hiciera lo que deseara, ni siquiera era algo normal.
1 comentario:
Hi! me encanto la novela :). Solo para agradecer que se tomaran el tiempo en escribirla. C-ya. Eunhyung
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