viernes, julio 24, 2009

Namae Janai




Próximamente estrenaremos esta novela, que todavía estamos corrigiendo. A los más veteranos les sonará, claro está, pero os recordamos que está reescrita con la idea original, arreglada porque tenía ciertos problemas y personajes nuevos, como es lógico, ya que ahora es una novela de PsychoBrain



http://www.psychobrainyaoi.com/novelas_yaoi_psychobrain6.htm

Genero:

Detectives, policiaco, crímenes, yaoi, romance, drama, lemon, misterio, sadismo, asesinos, incesto, gore, experiencias sobrenaturales.

Argumento:

Todo comenzó supuestamente con el extraño asesinato del gobernador Adler, perpretado una noche, en una casa protegida y llena de personas, de las cuales nadie escuchó ni vio absolutamente nada. Pero esto es una mentira, en realidad todo empezó mucho antes, años atrás, por debajo de todas las apariencias. La sombra que se extiende ahora sobre la familia Adler no es sólo la sombra de su padre.

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Precuela de (Anterior a) Requiem Aeternum. Si leísteis esta, os la recomiendo con mayor motivo : D

Para quien no lo sepa...

Namae Janai fue una novela que escribimos hace mucho tiempo en Legado yaoi, con personas que no formaban parte del grupo, y que no disponían del tiempo o de la seriedad necesarias para escribir. Eso y otras cosas, provocaron que esa novela se estropease y tuviese muchas incongruencias. Ahora la hemos reescrito y arreglado. La trama de esta novela era mía, así que, no supone ningún problema el que la hayamos reescrito. Por supuesto ha sido cambiada para adaptarla a Psychobrain con nuestras propias ideas.

Algunos personajes ya no están, y otros han sido suprimidos y reemplazados por personajes complétamente distintos que cumplen las mismas funciones necesarias para la historia (policia, hermano mediano).

Y nada más! Sólo que espero que os guste y que disfrutéis como siempre.

Capítulo 1
Welcome home


9 de Septiembre, martes.
Tarde. Clínica psiquiátrica Sakura.

Ya le parecía que se había ausentado por años. Siempre era así, a pesar de todo, era el único lugar que lo hacía sentir completamente cómodo. Sus ojos grises estudiaron la tan conocida y familiar fachada del edificio, antes de entrar al mismo, aproximándose a la recepción. Se inclinó sobre la mesa, sonriendo ligeramente.

–Puede decirle al doctor Oshitari que el hijo del gobernador ha venido a verlo... –anunció, ya anticipando la cara con la que lo recibiría.

–Sí, un momento –la chica que le atendía, (que no lo conocía de nada, pero se había sorprendido bastante por esa descripción), se retiró de forma presurosa por detrás del mostrador, dirigiéndose hacia el despacho del director de la clínica.

Llamó dos veces, antes de que el moreno que estaba en el interior se decidiese a contestar, ya que en ese mismo momento se estaba preparando un cigarro.

–Pasa –la invitó desde su sillón tras la mesa del despacho, pasando la lengua por el papel de fumar para humedecerlo.

–Disculpe, doctor Keigo, hay un chico ahí afuera, que dice ser el hijo del gobernador. ¿Es un paciente? –le preguntó algo azorada. Lo cierto es que aquel doctor japonés, le ponía un poco nerviosa.

–Sí, un paciente. Dígale que pase, por favor –encendió el cigarro, esperando a que se retirase para levantarse. Respiró profundamente mientras encendía el cigarro, cerrándose un poco el yukata, ya que lo llevaba muy abierto en el pecho, y sonriendo un poco mientras miraba al exterior.

–Si me acompaña –le dijo la enfermera al regresar junto al supuesto paciente, sonriendo un poco, como comprensiva.

–Claro... –asintió el chico, sujetando la maleta de mano que llevaba y siguiéndola de manera alegre hasta llegar a aquella oficina, aunque había notado su sonrisa. Seguramente ahora pensaba que estaba medio loco.

–Con permiso –anunció la chica, haciéndose a un lado para dejarle pasar.

–Doctor Oshitari... ¿Es así como recibe a sus pacientes más importantes? –lo saludó el chico, sonriendo abiertamente ahora.

La chica se retiró, cerrando la puerta despacio, mientras adentro el doctor se giraba hacia el recién llegado.

–Sí, es así, en mi despacho. ¿Pensabas que iba a saludarlos con una reverencia? –le preguntó, esbozando una sonrisa sarcástica –¿A qué se debe el honor?

–Pensé que creerías que era otra persona... –se dejó caer en el sillón, claramente decepcionado, aunque sonriendo nuevamente –. Acabo de regresar...

–¿Vas a quedarte por una temporada? Tu madre está sola... –se quejó, ahora serio, abriendo un poco la ventana y sentándose después frente a él, con una pierna cruzada sobre la otra y el tobillo sobre la rodilla, al parecer sin importarle mostrar hasta el hígado –. Tu hermano directamente se anuncia como Adan Adler –le mencionó de pronto, recordando lo primero que le había dicho el chico.

Ryosuke suspiró, aún sonriendo, aunque su mirada ya no era tan alegre.

–No puedo evitar estos viajes, son cosas del trabajo –murmuró como si le hubiera reñido, mirándose las manos luego –. Vine apenas me bajé del avión.

–Son cosas del trabajo, ya he escuchado esa cantinela en boca de otros... La verdad, me cansa, ¿no te cansa a ti? –le preguntó con segundas, molesto de todos modos, aunque tal vez estaba siendo un poco duro de más –¿Fuiste a ver a tu hermano?

–Claro, sólo por unos días –alzó la mirada de nuevo, frunciendo un poco el ceño, era un gruñón –. No es como que descuide a mi familia... Sólo fue un viaje.

El moreno se llevó el cigarro a los labios, esbozando una sonrisa extraña mientras lo miraba, pero es que la palabra familia le parecía algo graciosa en aquella circunstancia.

–Te he preguntado si vas a quedarte una temporada.

–Que sí, también tengo trabajo aquí, pero... no me quedo sólo por eso –le aclaró, por si le soltaba otra indirecta directa –. ¿No me has echado de menos ni un poquito?

El doctor movió un poco la pierna que tenía apoyada, tocándose la rodilla con la mano que sujetaba el cigarro, sin dejar de mirarlo a los ojos.

–¿Me has echado tú de menos? –le preguntó serio, llevándose el cigarro a los labios después –Has regresado en temporada de elecciones, ¿es para “ayudar” a tu padre?

Ryosuke se rio, negando con la cabeza

–Yo no sé nada de política, sólo reporto lo que averiguo... –se encogió de hombros, buscando en la maleta y sacando una pequeña caja, lanzándola con suavidad hacia el doctor –. Un regalo.

–Gracias –Oshitari lo desenvolvió con cuidado, observando el cenicero pintado a mano. Se subió un poco las gafas, observando en detalle los dibujos en el mismo –. Creí que no te gustaba que fumase tanto. ¿O es con segundas intenciones, para que apague los cigarros? –se lo apoyó sobre la pierna, dejando caer la ceniza en el mismo.

–Es para que no dejes un rastro por lo menos. O Hansel y Gretel te encontrarán –sonrió, añadiendo luego –. ¿Cuándo dejarás de fumar?

–Cuando muera, no falta tanto, espero que sepas esperar –bromeó fúnebremente, llevándose el cigarro a los labios otra vez, sin un atisbo de sonrisa.

–Eso me hace querer apagarlo –el chico frunció el ceño, siguiendo el humo con la mirada y apoyando el rostro en sus manos.

–¿Lo has visto en las noticias? A tu hermano...Tu padre es un hombre tan ocupado que a veces no puede dar algunos discursos... –comentó con algo de malicia –, entonces envía a su clon para que lo haga por él.

El leve atisbo de sonrisa que aún se dibujaba en el rostro de Ryosuke, desapareció por completo, haciéndose más pronunciada la línea en su entrecejo.

–No, procuro evitar las cosas que me causan indigestión –contestó, a pesar de que era parte de su trabajo el estar enterado de esas cosas.

Oshitari se rio un poco, aunque no felizmente, apoyándose en los reposabrazos. La verdad es que jamás se había llevado bien con Adan, a pesar de que podía comprender ciertas cosas, no soportaba esa forma de ser.

–Tu hermano es un triunfador, un soltero de oro, deberías ver qué cara tan feliz tiene. Se le nota que es afortunado –le dijo con ironía.

–Sí, muy afortunado, si es que debería ir a felicitarlo... –refunfuñó Ryosuke, bajando la cabeza con un resoplido –. A veces no lo reconozco.

El doctor se llevó el cigarro a los labios de nuevo, sacudiendo después la ceniza y mirándolo a los ojos.

–¿Ya tienes un lugar para quedarte?

–Sí, todavía tengo ese piso... –asintió, sintiéndose cansado, y no sólo por el viaje –¿Cómo está mamá?

–Ahora vamos a verla, sólo déjame acabar esto... –suspiró, desviando un poco la mirada –. Está como siempre, aunque a veces creo que me está prestando atención..., pero no –bajó la mirada al cenicero, apagando el cigarro de todas maneras, a pesar de que no había terminado –. Vamos –le dijo levantándose, y dejándolo sobre la mesita.

–¿Por qué dices que no? A lo mejor sí... A veces yo también lo pienso –le aseguró el chico, como buscando una confirmación de que era posible. Se puso de pie siguiéndolo, casi comportándose como cuando era pequeño, a pesar de que ya no le sujetaría la mano, por supuesto.

–Sí, a lo mejor sí –quiso darle esperanzas, llevándolo hasta el cuarto de aquella mujer, que había sido siempre su amiga. Llamó, aunque sabía que no iba a obtener respuesta de ella, era sólo por si había alguna enfermera acompañándola.

Al cabo de unos segundos abrió la puerta, dejándole verla. Siempre la tenían arreglada con la ropa que a ella le había gustado usar cuando estaba bien. No usaba ropa de hospital, si no kimonos sencillos, y llevaba el cabello negro, recogido en una coleta.

–Tu hijo ha venido a verte –le dijo el mayor, aunque sin obtener respuesta, ni tan siquiera una mirada.

–Mamá... –Ryosuke se sentó a su lado, sujetando la mano de la mujer con suavidad y besándola –. Estuve de viaje, por eso no había venido. Discúlpame... –sonrió con tristeza, deseando que le contestase de pronto, pero sólo seguía observando el vacío como si no estuviese allí.

Oshitari los observó, por un momento recordando cuando Ryo y Kiyoshi eran pequeños y Himiko jugaba con ellos. Siempre había sido una persona jovial, e incluso inmadura, ahora parecía una muñeca rota.

–Os dejaré solos –murmuró, apartándose hacia la puerta –. No te vayas sin decirme nada –le avisó.

Los ojos grises del chico lo miraron por un momento, y asintió, abriendo la boca en silencio. Sabía que si decía algo se echaría a llorar, y no quería ser tan patéticamente infantil, mucho menos delante de su madre. Se colocó su mano contra la frente, cerrando los ojos por un momento para controlarse.

La puerta se cerró despacio, el doctor afuera caminando lentamente por el pasillo. Respiró con fuerza apartándose un poco el cabello de delante de la cara y quitándose las gafas. Era más duro cuando lo veía sufrir a él.


Para leerla completa:

http://www.psychobrainyaoi.com/

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